Zizek - Pandemia

Slavoj Zizek - Pandemia
Un amigo me llamó en mayo y me dijo: "¿ya vio el libro de Zizek sobre la pandemia?" Mi reacción fue: "¿qué? ¿Tan rápido? Debe tener compromisos editoriales". Entonces, pensé que lo leería después para ver qué de lo que decía en aquel momento -cuando todo comenzaba- tenía de profético y qué de base empírica. Más allá de lo que contiene este pequeño libro sobre la pandemia vista desde la perspectiva posmarxista de Zizek, lo cierto es que el filósofo pop, ha elaborado una obra admirable desde finales de los ochentas, llena de sugerencias y relaciones intertextuales e interdisciplinares que solo pueden ser el fruto de años de trabajo y de una gran imaginación. Sus aportes a la teoría de la hegemonía han resultado un nuevo aire en esta tradición que se había anquilosado en el estructuralismo de las posiciones de sujeto. Cuando recurre al cine para evidenciar la ideología del ethos contemporáneo, hace ver el ejercicio filosófico como algo muy entretenido, tal vez de ahí su éxito editorial. Es el filósofo de nuestra época y una especie de consciencia global que ofrece un acercamiento entretenido a las maneras en que el concepto interpreta lo que ocurre en el mundo.
Deleuze decía que el buen filósofo es el que inventa conceptos -por eso su fijación por Leibniz (mónada, composibilidad, teodicea, sustancia, ventanas, principio de individuación, etc, etc.)- pero no solo eso, también el que es capaz de hacer de esos conceptos una experiencia de vida de cualquier persona -de ahí su fijación por Spinoza (emociones tristes-alegres que incrementan o disminuyen la potencia). Tal vez a Zizek no se le puedan adjudicar muchos conceptos a nombre propio, excepto tal vez el "sujeto escindido" (aunque es de Lacan, ciertamente), pero no es posible negar que hace del concepto una experiencia de la vida, eso sí. Es un filósofo esponja, absorbe lo más que puede de Hegel, después otro tanto de Lacan y Marx, se pone a leer a Byung Chul Han y Agamben, para mostrar cómo los primeros se imponen frente a concepciones ligeras que solo tienen una perspectiva muy parcial de la realidad, es decir, de la totalidad, que en tanto tal exige un análisis trascendental e histórico y no solo la puesta en función en cada caso de la misma estrategia argumentativa. Pero la manera de hacer esto es a través de cuestiones cotidianas que pueden afectar a cualquier persona. Por ejemplo, ¿por qué el sujeto siempre está en un antagonismo consigo mismo? Pues cuando se tiene sexo uno puede constatar esto: la plenitud nunca se alcanza, porque el deseo siempre será fallido, la relación sexual es individualista, el goce es el de cada quién, no hay un otro absoluto ni existe el amor, no se consigue llenar de significado al fantasma donde se creía que iba a ocurrir, lo que supuestamente iba a dotar de sentido a la experiencia es solo la constatación de "la pérdida de la pérdida", lo que quiero es verdaderamente lo que no quiero.
Pongamos otro ejemplo vivencial, que sirve para resaltar lo cercano al día a día que es el pensamiento de Zizek. Un día en diciembre salí a emborracharme con amigos y como había toque de queda nos fuimos para un apartamento. Allá, como es lo habitual, se hicieron grupitos para hablar sobre cualquier cosa. Como yo era el nuevo, el extraño para la mayoría, no sabía con quién me tocaría iniciar una conversación. Así que se me acercó alguien más o menos de mi edad que me dijo que estaba escribiendo un libro: "- Ok. Qué bacano. Eso es algo que yo anhelo también", le dije. Me mostró su celular, lo puso en posición horizontal y vi el proyecto del libro. Lógicamente, no lo quería leer en ese momento porque se veía que era bastante largo. Me dijo: -Solo lea una página del prólogo. La leí y decía algo como:
¿Qué pasaría si la vivencia del ser humano común y corriente que se se siente asfixiado por las imposiciones del capitalismo comenzara a entenderse desde una pregunta por el ser? Es importante que la filosofía le otorgue un norte al ser humano de la actualidad para que no permanezcamos todos en el sin sentido en el que vivimos.
Era algo así. De manera que mientras leía y terminaba, me dije: "-Pura metafísica. Ay señor: ¿Qué le voy a decir sobre lo que pienso para no herir sus sentimientos?" Entonces pensé en Zizek. Recordé este chiste:
Un señor se cree un grano de maíz. Lo llevan al hospital mental y parece que se ha curado. "Sí, ya sé que no soy un grano de maíz". Le dicen entonces que puede irse, pero él dice que no, que prefiere quedarse. Le preguntan el por qué y él responde: "porque es probable que la gallina no sepa que no soy un grano de maíz".
La metafísica, lo que alimenta ideológicamente a la economía capitalista -como lo hablaremos más abajo-, nos hace creer eso precisamente: que hay una gallina que piensa que somos un grano de maíz. Cuando tenemos una deuda con un banco, ¿acaso no sabemos que es un juego que estamos siguiendo, una interpretación llena de imaginación, de roles, de rituales, de bailes, que es una posible realidad (entre muchas)? Cuando queremos comprar una casa desesperadamente, o nos empecinamos en tener un carro: ¿acaso no es claro que es algo que solo existe en nosotros porque creemos que un otro (la gallina) nos hará algo malo, como decirnos que fracasamos (comernos), y entonces nos percatamos de que nos estamos creyendo un grano de maíz?
Le dije, entonces, a esta persona que conocí que su escrito estaba muy interesante (sí a la hipocresía para que te ofrezcan otra cerveza), pero que era metafísica, y que lo importante es que fuera consciente de que lo que estaba haciendo era realmente dando una opinión, y que para que mucha gente llegara a creer que eso era una gallina, había que haber nacido en el siglo VIII o ser parte de los mormones. Honestamente -le dije con mucha ternura- ahora tenemos que rechazar esas posturas puesto que sabemos cómo terminan: hay unos mejores que otros y existen otros que valen más que aquellos. Zizek es un antimetafísico, y en eso estoy con él completamente.
Ese mismo día, más tarde, ya entrados en los rones, otro buen muchacho habló de que no se iba a hacer aplicar la vacuna puesto que le daba temor de que terminara por ser controlado por la vigilancia y el castigo (¿no es normal ser joven y sentirse en el panóptico?). Otro respondió: "¡Eso está probado por la ciencia! No hay de que temer, es ciencia papi y punto". Una muchacha, tal vez por ingenuidad, pero con gran razón le preguntó: "¿Pero por qué estás tan seguro de la ciencia?" Entonces, recordé a Zizek de nuevo: el primero prefiere contagiarse en vez de pensar en una solución colectiva. Por supuesto, esta actitud es la de Bolsonaro y Trump con la pandemia: no importa la opinión de los científicos, solo nuestra opinión individual sustentada en el derecho a la libertad. Lo que dicen realmente es que la inmunidad de rebaño es la mejor solución porque permite la permanencia del mismo mundo en el que estamos (y como el amigo este temía la llegada del nuevo orden mundial). El segundo piensa que la ciencia es un saber autosuficiente; sin embargo, no pasa una crítica filosófica que demuestra su circularidad: la ciencia describe una realidad a partir de los términos que ella misma propone como los que pueden describir la realidad. Se pasa por alto que la ciencia, como cualquier construcción humana, es histórica y contingente.
De modo que comprobé por mi propia experiencia cómo es que Zizek termina por hacer ver la realidad cotidiana como un lugar donde los conceptos están en juego; pero también, y como primer paso, que esa misma realidad entrecruzada por las representaciones de miles de millones de personas, se encuentra estructurada intrínsecamente a partir de ideologías, que la mayoría de las veces no se cuestionan o no se toman como ideologías... ¡sino como verdades! Y con esto último me acuerdo de la muchacha que dijo como a las 3am que no iba a tener hijos porque los niños contaminan demasiado.
En este libro sobre la pandemia, Zizek, va a mostrar su ideología de frente y sin ningún pudor. Eso lo hace todavía mucho más valioso como pensador, puesto que se atreve a proponer un marco normativo en el que está implicada la propia existencia, pues, se trata de lo que vamos a hacer con la pandemia. La ideología es clara: la pandemia es una condición de posibilidad que se ha presentado para que pensemos en cambiar el sistema capitalista, por "algo así como el comunismo" -es como lo dice. Pero, leyendo el libro uno sabe que se trata de una postura dialéctica: comunismo con valores liberales y justificado en una razón anticolonial, es decir, abierta a la integración de otras formas de entender la vida en común. ¿Se puede proponer algo más hoy en día? Me parece que no. Cada extremo de la propuesta de Zizek (comunismo a secas o liberalismo libertario) se han demostrado como un fracaso absoluto. Pero los puntos medios como lo que dice Nussbaum, tienen el defecto en sí mismo de pasar por delante la particularidad de la subjetividad que solo se integra en la medida en que no se le presupone una demarcación para su aparición. Nuestro horizonte normativo actual no se puede despegar del carácter contingente de toda propuesta alternativa; los absolutos solo son parte de la creencia en gallinas.
Zizek muestra en cada capítulo de este libro (que parece la recopilación de una serie de artículos sueltos) la hipocresía con la que se ha abordado la pandemia. Me pareció sorprendente que todo lo que él dice ahí -recuerden que fue en mayo cuando lo publicó- terminó por ser así: que el segundo pico sería en invierno, que la única medida estatal sería la cuarentena, que la vacuna sería primero para los ricos, que moririrían millones de personas y otros apuntes similares referentes a Trump o Putin (en relación con su confubalación con Turquía en contra de los sirios y para apretar a la Unión Europea). Esa precisión profética no se debe a ningún súper poder, sino a la manera hipócrita en que el capitalismo ha abordado la pandemia. Resulta que la pandemia había sido anunciada años atrás (de esto se trata el tercer capítulo) por diversos científicos, se sabía lo que iba a ocurrir, pero no se hizo nada en aras de la prevención. China escondió la información y actuó de manera totalitaria con sus ciudadanos; mientras la OMS quiso mantener una postura liberal -acomodada- de respeto a la autonomía de cada Estado. En marzo, recuerdo, se nos decían los datos a un año: en Colombia tres millones de infectados y casi 100mil muertos, una cifra que no está muy alejada de los números de hoy. Las predicciones se hicieron y se ha sabido en cada momento lo que podría ocurrir, pero lo único que ha estado en el centro de las preocupaciones es la dicotomía vida-economía. Los esfuerzos se han enfocado en cómo impedir que se caiga en el desastre económico, pero jugando al mismo tiempo con los números en torno a las muertes. Se ha dicho, por ejemplo, que los más débiles deberán ser sacrificados en caso de que las UCI lleguen al 100 %. Se dice -como si los números de Steven Pinker fueran la única manera de entender la realidad- que solo morirán el 3 % de los infectados. Cinismo que solo sustenta el interés acumulativo de una minoría. Según esta manera de abordar la crisis resulta imposible pensar en una alternativa que pase por el cambio del modelo económico que nos ha traído hasta aquí.
Para Zizek, el capitalismo ha sido el artífice de la pandemia. ¿Cómo entender esto? Acá recurre a Bruno Latour y al concepto de "agenciamiento" o de "ensamble". Un agenciamiento, enseñó Deleuze, es la relación de elementos heterogéneos que componen contingentemente la experiencia, el deseo, las prácticas. Estas relaciones son entre funciones de tipo del saber, el poder y los modos de inteligibilidad del sujeto consigo mismo, esta es la enseñanza de Foucault. Virus siempre han existido, pero que este se haya propagado tan rápidamente desde la China para el resto del mundo, solo puede comprenderse debido a la globalización capitalista. El flujo de personas y de capitales que no se puede detener ha sido causa eficiente. Los contagios tienen como su condición de posibilidad la manera en que se han propuesto la distribución de los espacios, y en ese sentido, la interacción entre las personas. Todo esto se ha sustentado sobre la negación que se dio en un primer momento del problema por parte de los líderes del mundo. En el campo del poder todo consistió en reducir el problema a los chinos y a sus prácticas tradicionales incivilizadas ("el virus chino", decía Trump). De modo que los agenciamientos que produce el capitalismo han permitido que el virus termine por convertirse en un problema para la humanidad, de otro modo, tal vez su impacto hubiera sido reducido y controlable.
Un mejor ejemplo para entender lo del agenciamiento puede ser este:
Todos sabemos y reconocemos el peligro del virus para las personas de más edad. Para los jóvenes los riesgos son menores. Esto se confirma por las estadísticas que aparecen cada tanto. Cierto sector de la economía depende de que los jóvenes salgan y se diviertan (los bares, los restaurantes, las discotecas). Pero las medidas restrictivas impiden que puedan acceder a estos espacios de manera masiva, o por lo menos, como lo hacían antes. Más allá de esta realidad innegable, las instancias discursivas de la sociedad promueven en todo momento la necesidad de que los jóvenes estén en pareja, tengan aventuras, tengan sexo descontrolado y accedan a experiencias límite con las drogas. Cada serie, película, programa que se pueda ver en medio de la pandemia está sosteniendo en todo momento el imperativo del goce: hay que buscar satisfacción en todo lo que se hace. Desde los grandes referentes del Instagram hasta las series más vistas, sustentan su éxito sobre la base de decir que la vida es corta y que hay que disfrutarla. De ahí entonces que en diciembre los jóvenes, y de una manera antirrepresiva y exhausta por no poder cumplir el mandato del super-yo del goce, se hayan volcado a reunirse, hayan decidido irse a las playas, ir a los bares, bailar y descontrolarse. Durante todo el confinamiento se los estuvo obligando a buscar el placer hedonista que puede llegar a tener la intersubjetividad individualista, a pesar de que dadas las circunstancias esto resultaba perjudicial para todos. El segundo pico de la pandemia se explica a partir de la constatación de que se ha promovido en todo momento un agenciamiento en el orden del saber, el poder y la subjetividad para que los jóvenes busquen el placer en todo momento. La subida en los casos y las muertes se explica por la postulación de un tipo de subjetividad que solo se puede autodesplegar en la medida en que traspasa los límites que es el significado mismo del placer capitalista.
Los de derecha, nos dice Zizek en otro capítulo, han persisitido en lo mismo: negacionismo y cálculo de muertes por millón de habitantes. Para ellos son inevitables las pérdidas, y si el más débil debe sacrificarse, pues, lástima, pero se debe seguir con la economía. Ellos viven con una idea en su imaginación: ¿qué pasaría si actuáramos como si no pasara nada? Y lo que creen en su juego mental (los juegos mentales siempre son de los derecha, por cierto) es que sería mucho mejor, porque se evitaría el colapso de la economía y así no existirían tantos afectados como los que hay ahora que se hacen cuarentenas que no sirven para nada a la hora de la verdad.
El Estado, por su parte, ha optado por el confinamiento y las restricciones a la movilidad, pero muy especialmente, ha intentado culpar a los ciudadanos de los contagios. Esa es la función que cumple la periodista de Caracol cuando en la mañana sale a recorrer Kennedy, y al que ve sin tapabocas o con él mal puesto, lo cuestiona por las razones profundas y científicas que lo llevan a exponer su vida y la de sus seres queridos. La gente se avergüenza, como si hubieran leído un libro de sociología en el que les dicen lo cómplices que son de la explotación. Para esta representación, no importa que se trate de una persona con la necesidad de ganarse el día a día para sobrevivir, por el contrario, lo que se resalta es la incapacidad moral de la gente para asumir con responsabilidad la pandemia. En otras palabras, el Estado dice lo siguiente: "Debes ser lo suficientemente consciente como para saber que debes renunciar a tus necesidades diarias, porque de otra forma estarías haciéndole un daño a los demás". Esto es lo que en Colombia intenta transmitir todos los días el presidente Duque en su programa diario de las 6pm: "Hacemos mucho, usted también ayude".
Ahora bien, ¿y los de izquierda o los intelectuales? Chul-Han (me da pereza de hablar de él) dice que el teletrabajo es la reafirmación de la sociedad del cansancio. Claro, dice Zizek, porque la autoesclavitud solo existe para el trabajo en casa, pero los demás deben seguir exponiéndose al virus, salir todos los días y buscar arreglárselas como si no hubiera pasado nada. Da risa pensar que el señor que cuida los carros allí en la esquina se está autoesclavizando y esté preocupado por ser un sujeto del rendimiento. La izquierda, como el caso de David Harvey, ha dicho que la pandemia solo servirá para incrementar el consumo y en consecuencia el modo de sociabilidad capitalista. Es la oportunidad para que se creen distinciones de clase cada vez más radicales y para que los más privilegiados sean los únicos que sientan como si no pasara nada. Puede pasar que los más ricos se hayan ido para sus mansiones al lado de la playa y esten disfrutando del momento, pero también que los más pobres ya no puedan tener para comer. En esto se ha movido el análisis del pensamiento crítico.
Zizek, por su parte, piensa de otra manera, tal vez de una más esperanzadora. ¿Esperanzadora? Eso suena a metafísica. Pero veámoslo como que suena a ser seres humanos: sigamos soñando a pesar de que sepamos que estamos despiertos, o también: ¿para qué creer en algo tan feo e imaginario si podemos creer en algo más bonito e igualmente imaginario? Zizek ve en la pandemia la oportunidad de un cambio global porque: a. la pandemia no se pude terminar si no se vacuna a toda la humanidad, b. se han implementado medidas comunistas para poder llevar la vida del día a día (subsidios, renta básica, ingresos solidarios, posibilidad de no pagar el arriendo) y c. porque las medidas que se tomen deben involucrar al planeta entero. Pero especialmente ve en la pandemia la esperanza de pensar en un mundo verdaderamente integrado a partir de la autonomía nacional, que además esté preocupado por evitar los desastres a escala global, como lo es el próximo que se viene del medio ambiente (ahí los aportes de Bruno Latour son centrales, tal y como los presenta Zizek). Esto último lo dice en estas bellas palabras:
"Solo mediante nuestro esfuerzo para salvar a la humanidad de la autodestrucción crearemos una nueva humanidad. Solo a través de esta amenaza mortal podemos vislumbrar una humanidad unificada".
Está bien Zizek, pero hay que bajarte de esa nube. El asunto es que hasta el momento (es decir, enero 2021) se ha preferido darle una prioridad a la economía por encima de la vida de las personas. Los más ricos se vacunan primero, los países más pobres se hunden en su pobreza, la dependencia de la periferia hacia el centro será cada vez mayor puesto que hay que conseguir las vacunas y planear las prevenciones. Zizek pensó por esos días que la integración mundial iba a llegar en razón de que las soluciones tenían que involucrar a todos los afectados, pero se le pasó por alto que se puede simplemente hacer una especie de confinamiento mundial: los más pobres y con más casos que se queden en sus casas y no vengan por acá a traer el virus. La segregación es cada vez mayor. Hace poco le han dicho a los turistas del primer mundo que no vengan a Colombia, porque la cosa acá está jodida; seguramente, no podremos viajar a ciertas partes con la libertad de antes. El coronavirus ha demostrado que la realidad es una y es brutal, es una realidad que se define por el individualismo, por la idea de que cada Estado se ocupe de los suyos y por la de que el que no lo hace bien es porque no lo ha planeado bien, es decir, es su culpa por corruptos e ineptos. ¿Cómo podemos entender esto? El filósofo no es tonto y da la respuesta en otro capítulo de su libro.
El virus es una entidad real,
que simplemente cumple con su impulso de vivir y por eso se nos mete
por la boca, la nariz o los ojos. Está ahí, no se puede hacer nada
más que intentar convivir con él o alejarlo de alguna manera,
aunque seguirá ahí. El capitalismo por su parte es una invención,
solo sobrevive en la medida en que creemos en su poder de ser la
única manera de conseguir el goce. El dinero funciona solo por las
convenciones que se establecen alrededor de él; se paga una deuda de
un país a otro solo porque hay necesidad de endeudarse de nuevo. La
mercancía, el capital es un fantasma, sin duda. Un fantasma que
hemos decidido que determine nuestras vidas de manera absolutamente
profunda. Hemos decidido que esa fantasmagoría colectiva sea más
importante que la propia vida. Repitamos estas palabras de Zizek como
un mantra, por favor:
"El capital es una entidad virtual que no existe en ninguna realidad independiente de nosotros; existe solo en la medida en que nosotros los humanos participamos en el proceso capitalista. En cuanto tal, el capital es una entidad espectral: si dejamos de actuar como si creyéramos en él (o, pongamos, si un poder estatal nacionaliza todas las fuerzas productivas y abole el dinero), el capital deja de existir, mientras que el virus es una parte de la realidad...".
Parafraseando a Zizek: ¿cómo es posible que alguien no pueda recibir atención en caso de contraer el virus? Solo es posible porque hay una obsesión por el dinero, por el ascenso en las clases sociales, por comprar esos zapatos o ese carro, y porque se consdieran estas prácticas como las únicas maneras de autorrealización. La forma elegida para manifestar la importancia que tiene alguien es la de intentar demostrarle la prosperidad material en la que uno se encuentra. En la medida en que la autorrealización se equipare con tener más posesiones, menos personas podrán ser atendidas cuando contraigan el virus. El sufrimiento diario de miles de personas es el resultado de la elección de un tipo de vínculo que solo resulta significativo para los que juegan en el sentido que el capitalismo les propone, los demás son sacados del camino o arrastrados lejos de las posibilidades de la autorrealización.
Pero volvamos a la par construens de Zizek, porque si hay algo que tiene la izquierda, que no tiene la derecha, es alegría y esperanza por el futuro. El comunismo es comunismo, porque muestra esa cara hiperfantástica del capitalismo (ya sé, Zizek dice "virtual"-Deleuze pero lo discutimos en un café en estos días). También lo es porque el vínculo que propone entre los humanos no pasa por el reconocimiento del lugar que cada cual ocupa en la estratificación social, sino en el hecho de ser humanos y en considerar la solidaridad como el valor fundamental. El comunismo es el significado de "otro mundo es posible", es decir, no hay otra alternativa, justamente, porque es lo más racional a lo que ha llegado la capacidad humana desde Platón, y porque concreta todas las conquistas que ha logrado alcanzar la humanidad en su historia (no me digan eurocéntrico): libertad, igualdad, derechos humanos, proceso de paz, etc. Comunismo significa llevar una vida no alienada y digna. La pandemia ha hecho ver, pero especialmente el confinamiento, que decir "necesito más" solo funciona cuando estamos jugando el juego del capitalismo, en sus lógicas laborales y libidinales, pero encerrados suena como algo irreal. La pandemia ha mostrado cómo sería una vida comunista con respecto a lo se considera prioritario y esencial.
El Estado tiene que ser fuerte, el centro de todo en este momento. Pero no nos puede remitir exclusivamente a la posibilidad del encierro que lleva a la pobreza a millones de personas. Debe hacerse comunista, esto es, proporcionar lo necesario para que las personas puedan estar encerradas sin necesidad de salir de sus casas. El Estado podría por primera vez hacer que Luis Carlos Sarmiento o Bill Gates, o el dueño de Amazon o el de Tesla, por primera vez (¿se nota el énfasis?) participen en la construcción de una solidaridad generalizada en la que sus riquezas se detengan por un momento y se pongan en función de salvar la vida de quienes los han hecho multimillonarios. Eso sería un Estado comunista, nada más que eso, es decir, algo completamente racional.
Pero de nuevo lo mismo, al parecer Zizek habló mirando las cosas desde la cómoda distancia del espectador. Han pasado los meses desde el libro de Zizek y nada de lo que esperanzadoramente pensó ocurrió. El golpe de Kill Bill 2, el golpe de la serpiente, otra vez, y justo cuando parecía que no, el capitalismo se lo volvió a dar los pobres: ¡muéranse sin percatarse del momento en que les dimos el golpe! Qué historia más triste. ¿Podemos adicionarle un final feliz? Probemos:
Al final del libro Zizek dice que uno se puede conformar con seguir viendo series de Netflix y ver Youtube y Pornhub y eso que todos vemos, pero que: "conformarte con ponerte delante de la pantalla de televisión no te salvará. Lo principal es estructurar tu vida diaria de una manera estable y significativa". Qué frase tan típicamente de autoayuda. Pero creo que dice esto porque el trasfondo de toda esta esperanza en torno al comunismo se refiere al hecho de que la gente en su soledad sea capaz de poner en cuestión su propia vida, preguntarse en torno a lo que considera prioritario, pensar en el valor que se da a sí mismo y a los demás. Cuando teníamos la "vida normal" nos montábamos en un bus y no pasaba nada, simplemente, veíamos rostros, después llegábamos a la casa y seguía la rutina, el fin de semana salíamos con los amigos a tomar algunas cervezas y de nuevo lo mismo. De eso vive el capitalismo, justamente. Así que el cambio tiene que ver con un cambio en la vida de cada quien.
Creo entonces que la pandemia no puede ser un principio de transformación sin que antes las personas reordenemos el orden de prioridades de nuestras vidas. Michelet cuenta cómo en la antesala a la Revolución Francesa el espíritu de las familias era el de una solidaridad generalizada. Las revoluciones no surgen de los grandes grupos y los bloques históricos, es el desenlace de la transformación molecular de la vida de cada quien. Los filósofos quieren explicar el cambio desde un análisis político a posteriori, pero cuando se trata de predecir o proponer se quedan cortos, porque ahí, en lo a priori, no juega la gran explicación conceptual, sino los microacontecimientos imperceptibles para el concepto. Es en las relaciones entre personas, en los sentimientos, en las aperturas hacia la diferencia, en el amor otorgado solo porque sí, en la alegría del goce de un no se qué, donde comienza la transformación.
Los novelistas del siglo XIX como Dickens o Balzac intentaron enseñar algo muy cercano a esta idea molecular de la revolución, que puede aplicarse a lo que hemos vivido con la pandemia. No tener tiempo para pensar en sí mismo, en los problemas que nos hacen sufrir (un duelo no procesado, una herida de la infancia, un perdón aplazado), en lo que verdaderamente disfrutamos (un momento de compartir con alguien porque sí, un disfrute de saber que se vivieron cosas únicas con alguien, ver por la ventana el atardecer), es justamente lo que hace que se nos olvide que la dinámica del capitalismo es algo en lo que participamos siempre que decidimos renunciar a lo que somos, a lo que nos distingue en nuestra absoluta singularidad. Cambiamos esa singularidad por entrar en un molde de vida que solo sirve para que el capital fluya y alguien adquiera más poder que los demás. La pandemia puede significar la oportunidad para que entendamos por primera vez en nuestras vidas de qué se trata esa singularidad que somos, pero solo porque descubrimos que existe el otro que estaba relegado a lo residual cuando estábamos en el día a día de siempre. Este cambio imperceptible, pero totalmente transformador universalmente, es el comienzo del comunismo.
La esperanza de Zizek es que la pandemia haya sido la oportunidad para vivir lo que decía el joven Hegel. Y entonces este es el final feliz:
El
ser humano es esta noche, esta nada vacía, que lo contiene todo en
su simplicidad: una riqueza interminable de muchas representaciones,
imágenes, de las cuales ninguna le pertenece, o que no están
presentes. Se puede ver esta noche cuando uno mira a los seres
humanos a los ojos (Hegel).