¿Qué pasa con Argentina?
¿Qué pasa con Argentina?
Con la democracia se come, se cura y se educa
Mientras estoy de visita en
este país por algunas semanas me he enterado de algunas cosas que desde la distancia
se desconocen fácilmente. Vemos en los medios que Argentina pasa por una crisis
económica similar a la del comienzo de este siglo: dólar disparado, inflación
por las nubes, desempleo, pobreza, deuda con el FMI. En fin, crisis económica, ¡crisis! Cuando vemos esto en Colombia, las noticias acompañan los datos con la
imagen del presidente Macri y hacen una referencia a Cristina porque se sabe
que va a ganar las elecciones el 27 de octubre. De esta manera tenemos que la
crisis es el producto de algunas decisiones políticas; aunque no se nos dice de
qué tipo son esas decisiones. Creo que en el fondo eso es cierto, que de lo que
se trata no es tanto de un conflicto económico, sino que es político. Es por
eso que cuando hay alguien que dice en Colombia: "están mal los argentinos, muy
mal. Mucha pobreza", en realidad lo que debería decir es: "los argentinos están
tomando decisiones diferentes".
Yo estoy en La Plata, una ciudad a 60km de Buenos Aires, cumple las funciones de capital administrativa de la provincia. Lo más llamativo de la ciudad, tal y como me contó una profesora de la UNLP, es que no tiene industria, no hay empresas que proporcionen empleos y salarios desde el sector privado. Lo que hay son solo servicios y empleos en la burocracia de lo público. Básicamente, la ciudad se mueve por ser la ciudad universitaria del país. Creo que esa es una constante en toda la Argentina, tiene una industria demasiado incipiente, incapaz de competir. Por eso, en el reciente acuerdo firmado con la UE y Mercosur, los productos de exportación de Argentina son alimentos exclusivamente, mientras que desde allá mandarán las máquinas y los carros (qué historia tan repetida y parecida en tantos lugares comunes para nosotros). No soy economista ni quiero asumir una postura normativa de tal tipo, pero es evidente que al no tener una industria desarrollada el país no tiene formas autónomas, no dependientes de los precios internacionales, de producir su propio sustento.
El problema de las continuas
crisis de Argentina es que no produce riqueza, pero debe desembolsar mucho
dinero en inversión social. El pueblo argentino es un pueblo politizado que,
siguiendo la tradición peronista de los piqueteros, sabe que los intereses se
consiguen por medio de la protesta y la lucha en las calles (el marxismo es un discurso del sentido común para ellos). En este sentido,
son admirables las grandes conquistas de los trabajadores (en cada esquina hay
un sindicato) y de la ciudadanía en general: educación gratuita en todos sus
niveles, transporte subsidiado, sistema de salud público, asistencia a los
menos favorecidos, etc. Como el Estado debe responder a tantas demandas y
mantener tantos programas de asistencia social, los recursos deben estar
destinados a satisfacer estos requerimientos de la ciudadanía. Claro, acá uno
se acuerda de la tesis de Huntington de que lo malo de la democracia es que
satura las arcas del Estado al exigir la satisfacción de demandas que cada vez
se multiplican; pero lo del asesor de Bill Clinton no es algo que termine por
considerarse un argumento para nadie acá en Argentina. Sonaría demasiado
estúpido cuando se ha comprobado una y otra vez las glorias que trae consigo la democracia. De hecho, según el Latinobarómetro, Argentina, es el país que más aprecia a la democracia como sistema de gobierno, mientras las tendencias más totalitarias de la opinión pública vienen de lado de países como el nuestro.
Pero es claro que el país no produce riqueza para invertir en lo social. Es ahí entonces que entra el FMI. Entonces, el Estado para responder debe implementar recortes. Ahora el Estado tiene la deuda con el FMI, más la incapacidad de satisfacer todos sus programas sociales. Esto hace pensar que en cualquier momento se puede caer en déficit, porque es menos probable que se deje de brindar la ayuda social que cambiar de jefe de gobierno; eso sí está claro acá. La politización de la sociedad impide que -como no pasa en Colombia- se rebaje el presupuesto en algún ministerio para poder compensar los pagos internacionales o la simple subsistencia del sector público o del sector privado (como cuando salvamos los bancos de Sarmiento Angulo en el 98 con el 4x1000). De esta manera, se crea la especulación, el gobierno imprime billetes para incentivar el comercio, los dólares se van para otro lado, llega el desempleo, la pobreza y el sufrimiento de los más pobres. Un ciclo que se repite y se repite cada tantas décadas.
Ahora se vienen unas elecciones. La pelea es entre la continuidad y el retorno al modelo exitoso de los Kirchner de corte socialista y progresista. La gente ya ha demostrado su rechazo hacia las políticas neoliberales de Macri, que fueron dañinas cuando se trataba de solucionar los problemas de los menos favorecidos del país. Va a ocurrir un retorno al modelo social que los Kirschner implementaron después de la última crisis y que tan buenos frutos le trajo al país. Las clases más altas no están de acuerdo porque saben -como lo dijo Cristina hace poco- que si gana la izquierda se les viene un "nuevo contrato social", es decir, nuevos impuestos para los más ricos.
¿Y qué podría pensar uno de todo esto como extranjero? Como mi punto de vista no es económico, solo puedo decir una cosa en materia política. Esta es la tercera vez que el pueblo argentino comprueba la irracionalidad e ineficacia del neoliberalismo, que encubierto en unas ropas descosidas de democracia electoral, lo que hace es proporcionar más poder de decisión pública a los pocos privados dueños de los grandes capitales. Esto lo hace promoviendo una despolitización de la sociedad que pasa por entregar las decisiones a la discreción de los grandes tecnócratas que se entienden con los del FMI. Lo que han hecho siempre es defender sus propios intereses. Y no se culpan, pueden ser hasta buenas personas, es solo que defienden un sistema que funciona según la necesidad de la acumulación para unos pocos. Es lógico entonces el rechazo que este tipo de gubernamentalidad puede tener en la gente. Por eso van a ganar Alberto y Cristina. La gente se cansa de que la impersonal economía y los poseedores de los grandes capitales sean los que definan el destino de toda una nación de 44 millones.
La pregunta que cualquiera se
puede hacer es por la conveniencia de ese retorno. ¿Será bueno que vuelva un
modelo kirschnerista? Es una decisión arriesgada cuando casi toda la región
anda empecinada en que el camino es el de la derecha neoliberal (Bolsonaro,
Duque, Piñera). Pero se puede decir algo menos técnico y más cercano a lo que la
propia gente piensa sobre esta situación, porque el hecho es que los van a votar y quienes lo harán serán la mayoría.
Hablando con algunas personas que he conocido, me han hecho
entender que en las demandas sociales no siempre todo se juega en términos de
capacidad de gasto y PIB per cápita, que la política también se la juega por la
defensa de la igualdad, la libertad, la justicia y que eso es lo que sostiene
las demandas de grandes sectores que no creen en las recetas del Consenso de
Washington. No solo de pan vive el hombre. Se trata de ideales que se refieren en este caso a la exigencia de
un pueblo por no verse maniatados por "esta tipa" del FMI, por lo que dicen los
señores en la Cumbre de Davos, o por lo que piensa el neoliberal que sale en
todos los debates de la tv; no es eso lo que quieren. Acá se reconoce que cuando se toman las decisiones de manera consensuada los efectos tienen que ser favorables para los de más abajo.
Y es esto último, justamente, lo que ha despertado en mí un sentido de admiración y envidia por los argentinos; esta capacidad de politizar y hacer contigente lo que pensamos que es una decisión científica y unánime, es algo que solo lo había leído en Ernesto Laclau. Esta actitud me ha devuelto una cierta esperenza en la política que había perdido en el último tiempo en Colombia. Creo que debido a que en mi país consideramos a la política como un concepto o una práctica que se define solo por el marketing (en su lado teórico), o por la necesidad de sobrevivir (en su lado práctico), pero no como el camino exclusivo para recuperar la dignidad y la autonomía. Pero es justamente eso lo que hace falta y es ese, ineludiblemente, el camino para volver a tenerlas.
Lo que espera un gran sector de los argentinos en las próximas elecciones es poder
tomar otros caminos, lograr una construcción de un común que incluya a todos los
sectores populares, que permita la afirmación de la pluralidad y la diferencia,
que señale como la tarea más importante de una sociedad el reconocimiento de la
educación y la salud, y sobretodo, la dignidad. El neoliberalismo no permite
este disenso porque da fórmulas exactas y científicas para solucionar los
problemas sociales (más allá de que no
funcionen), porque desecha la pluralidad a cambio de una precarización laboral para el inmigrante y el más pobre. El neoliberalismo no puede entender de dignidad ni de justicia,
porque son valores que cambia por el lucro y la explotación. Un neoliberal no entenderá de consenso ni de democracia, porque ya tiene todas las respuestas en sus análisis macroeconómicos.
La alternativa de Alberto
Fernández y Cristina se refiere es a la recuperación de la autonomía de un
país. La ansiedad consiste en quitarle las riendas de la sociedad al FMI y a
George Soros (por utilizar una imagen metafórica) y devolvérselas a la gente.
¿Funcionará o no? Quién sabe, depende de lo que se considere importante.
Pienso en la famosa frase de Bennedetti: "Cuando teníamos las respuestas, nos cambiaron las preguntas"; son otras las respuestas sin duda. Para los argentinos ahora, la respuesta es la democracia, puesto que es gracias a este sistema social que se toman decisiones colectivas y pluralistas. Las preguntas ahora, después de intentos fallidos del socialismo, son las mismas que afirman los ideales básicos de la humanidad. Ahora, en un mundo que ha entrado en la inercia de aceptar la desigualdad como algo natural, las preguntas tienen que ver con la continuidad de un modelo que reafirma cada vez más la injusticia, que agudiza la exclusión y que impide que menos gente cada día pueda realizar sus expectativas básicas de vida. La respuesta es la democracia,o sea, reconfigurar el orden del común a partir de otros ideales y de otras inclusiones.
Lo cierto es que el 27 de octubre los argentinos, a diferencia de nosotros los colombianos, podrán decir que hicieron algo democrático, que no se dejaron mandar del FMI. Nosotros ese mismo día a las ocho de la noche nos contentaremos con nuestra pequeña inflación y nuestra reducida democracia.