Primero el centro, después el uribismo. Esa es la cuestión  

31.05.2022

Dos hechos ocurridos el domingo han pasado a ser los centros del debate en el último par de días. Pero al mismo tiempo se han convertido, para quienes pensaban en la victoria de Petro en primera vuelta, en un desafío por encontrar una respuesta por la pregunta acerca del "¿qué hacer?"; y para los que perdieron de manera directa con su pésimo candidato Fico, en una señal de esperanza y de redención que les ha tocado en suerte. ¿Cómo entender que Petro haya sacado menos votos de los esperados y que Rodolfo Hernández haya pasado a segunda vuelta? ¿Qué hacer entonces en estas tres semanas para evitar que el totalitarismo y la repetición del uribismo lleguen al poder en Colombia?

Petro sacó menos de diez puntos de los esperados y Hernández obtuvo diez puntos más de los pronosticados. Fico se mantuvo casi en sus mismos números, que son el 10% de uribistas ideológicos del país, más los votos de las castas políticas tradicionales. Eso le permitió sacar el 24% entre el que se movió normalmente en las encuestas después de la consulta interpartidista. Fajardo solo sacó menos del 5%, y ahí se encuentra una reducción significativa con respecto a lo que se esperaba y lo que venían marcando las encuestas hasta marzo, que era un 12%. Esto permite concluir que un porcentaje alto de los votos por el centro se fueron con Hernández y que alguna cantidad de votos ideológicos por Fico (votos no amarrados por los clanes políticos que lo apoyaban) están ahora con el ingeniero. Me parece que hay algo en común entre esos diversos sectores que se fueron hacia los lados del exalcalde de Bucaramanga.

Varios factores entran en juego en esta situación (pero no quiero parecer Ariel Ávila dando explicaciones múltiples para nunca fallar). Ahora voy a hablar de solo uno, y en un escrito que tendré listo en los próximos días, hablaré de algo relacionado con lo que sigue en estas tres semanas. Pienso que el populismo va a ser nuestra realidad inmediata. Por el momento, simplemente partir del sujeto racional liberal, de algo de las enseñanzas que nos han dejado las alternativas de centro en los últimos años en el mundo entero y de la mala fe y egoísmo de nuestros políticos. Sé, por otro lado, que Ángel Becassino, el asesor de Hernández, sabe muy bien esto que voy a comentar y que lo ha utilizado desde que fue contratado en abril. Eso explica los cambios en el tono del viejo. Esa es una jugada vieja y típica en Latinoamérica. 

Hay que tener presente la necesidad de ciertos sectores de la sociedad que buscan una alternativa de centro, esto es, un cambio, pero uno que no implique la modificación profunda del modelo económico ni de la institucionalidad. El centro, normalmente, pertenece a las clases medias, pues, el ideal es el de que los conflictos sociales se solucionan mediante los consensos, el respeto a las reglas del juego y la institucionalidad. Para muchos, Petro, aparece como el contrario de este ideal: es un cambio brusco que nos puede llevar al colapso, como ocurrió en Venezuela. La opción de centro también es atractiva para las clases altas, que votan estratégicamente pensando en el que sea menos malo para sus intereses. El centro, también, termina siendo algo atractivo para la derecha extrema, pues, es la garantía de que sus comodidades y privilegios no serán puestos en debate. Es un cambio, que no cambia nada, pero que parece un cambio. Alejandro Gaviria, como digno representante del centro, ha expresado esta lógica claramente al confrontar a Petro con Fico: es mejor un gobierno del Pacto Histórico porque implicaría una "explosión controlada", mientras que Fico nos llevaría al caos. Para el centro se trata de evitar el mal mayor y de solucionar los problemas sociales a través de la puesta en marcha de programas puntuales, diseñados tecnocráticamente y que impliquen el menor sacrificio para los que se vean afectados.

Al centro no hay que juzgarlo en su capacidad política, es decir, en su capacidad de constituir un movimiento o una identidad colectiva, pues, no lo puede hacer, sencillamente, porque despolitiza cualquier problema social. Para el centro los problemas son de gestión, administración, regulación, en últimas, de moral o de derecho; pero nunca de política, es decir, de la manera en que se entiende la realidad o se plantea la forma de vivir en común. Pienso que esta búsqueda de un centro, que caracterizó gran parte del debate a partir de la negación de la polarización, es lo que pudo capitalizar Rodolfo durante las últimas tres semanas, pues, frente a semejante despropósito de dar soluciones a los problemas sociales por medio de un más de lo mismo o de una incapacidad por cuestionar el modelo económico, lo que se ofrece con este político santandereano es la esperanza de una solución real y concreta.

Querer el centro es algo entendible, pero que en momentos de gran convulsión social se convierte en una opción débil y aparente. Eso se aprende en primer semestre de ciencia política y en el de historia. Ese fue el sino de Fajardo, pero al mismo tiempo el triunfo de Rodolfo. Ahora que se exige un cambio, le resultó una gran fortuna al ingeniero confrontarse con un candidato que propone un cambio real y profundo como Petro, pues, frente a la ausencia de alternativas, que era el discurso de los demás, él propone sus salvajadas como otra opción antagónica a la de Petro, que es, en todo caso, el que está en el otro bando.

Lo que he dicho hasta acá supondría, que lo que hizo Rodolfo fue exponerse como el candidato de centro y entonces así logró atraer más votantes que no se decidían del todo por el extremismo supuesto de Petro. Pero la realidad política no opera tan sencillamente. El centro fue utilizado desde hace más de un año como una estrategia que serviría para enfrentarse al gran poder popular de Petro. Se creó un ambiente de ausencia de opciones, solo con el propósito de presentar cualquier opción como la más indicada. Se buscó hacer ver a Petro como el extremo, pero solo para que apareciera en mayo un candidato como más extremos que el mismo Petro. 

Lo que ha hecho Hernández en gavilla con Fajardo, Ingrid y Fico es afirmar el centro a través de su propia eliminación. Acabaron entre todos ellos con el centro, paso a paso, y según una estrategia muy definida. Eso era fácil, pues, el centro solo cumplió una función de distracción. Petro les había hecho entender que la ciudadanía no estaba buscando respuestas tibias frente a problemas duros, como el hambre o el desempleo. Pero estos políticos se la pasaron toda la campaña hablando de la necesidad de no polarizar ni de crear conflictos. Hicieron del centro la opción menos atractiva y la más desconectada de todas con respecto a la realidad de los afectados por la exclusión. Aunque sabían claramente que eso no era posible. Busacaron aburrir a los electores. El problema siempre fue la manera en que se enfrentaría el nuevo presidente con el uribismo y punto; sin embargo, ellos siempre se encargaron de desviar esa realidad, de ideologizar, de poner velos para impedir la verdadera confrontación política. Así, sabían que mantenían el poder de Petro dentro de lo que afirmaba, pero no posibilitan hacer evidente lo que negaba, es decir, a ellos mismos, Fajardo, Fico y Uribe, que son todos del mismo bando.

Gracias a ese uso estratégico del centro, Hernández, ha dividido al país en dos bandos. Desde su punto de vista, entre el pueblo corriente y común y los politiqueros de siempre, como Petro y sus Roys y Armandos. Su ejercicio ha consistido en politizar lo que Fajardo moralizaba, lo que Fico negaba y lo que los demás trataban como algo que no se podía señalar con nombres propios: la corrupción. Politizó la corrupción, pero lo hizo adjudicándosela a quien no tenía que ver originalmente con ella: al Pacto Histórico. De esta forma, ha liberado al uribismo y a los demás de ese lastre que Petro les adjudicaba con todo realismo y objetividad. Es por eso que el viejo gusta tanto; es un purificador de la corrupción que jamás terminó por depositarse en el uribismo y sus iguales gracias a Fajardo y sus secuaces. Ahora, lleva dos días diciendo que la corrupción se encuentra es en el Pacto y en todos aquellos políticos que no tienen que ver ni con el uribismo ni con los que se le van pegando en el camino. Es avispado el viejo. Pero es un títere en todo caso, porque su función es la de liberar a Uribe de su condición de ser el verdadero antagonista del cambio en Colombia. 

Pero lo cierto es que el país se ha dividido justamente desde hace dos semanas por la cortina de humo que siempre se echó en las elecciones con la tontería absurda del centro. Fajardo, Fico e Ingrid, funcionales al sistema de dominación que tiene a Colombia sumida en la pobreza y la desigualdad, lo supieron desde el comienzo y esta fue la carta que lanzaron. El rechazo por parte de la ciudadanía de lo que ellos representan es el triunfo de Rodolfo. Pero un triunfo pobre y sin méritos, es el triunfo del que se vale del descuido del público, de la falta de atención, para dar su golpe certero; es la puñalada por la espalda, porque fueron incapaces de vencer a Petro en las plazas o en los debates. Sobrevivieron gracias a las astucias para impedir que la politización de la corrupción estuviera definitivamente del lado de ellos. Lo lograron moralizando los señalamientos que les hacía el Pacto Histórico y gran parte de la sociedad. Lo lograron sacando a Uribe del debate público. 

El centro se confabuló con el uribismo para catapultar a Rodolfo. Si justamente la polarización no era una opción para esos tibios fue porque los dos bandos estaban muy claros: Uribe contra Petro. El discurso de Petro siempre se limitó en el punto en el que el neoliberalismo extractivista, la acumulación desmedida de Luis Carlos Sarmiento, o el pésimo sistema de salud entraban al debate. Porque todo eso es Uribe: ley 100, pensiones, dependencia del petróleo. Esos límites los colocaron los del centro junto a los medios de comunicación con el exclusivo propósito de mantener a la opinión pública con la idea de que las soluciones tenían que ser de centro, no extremas, no una debacle, sino bien pensadas, medidas, justas, reales. Hasta el último día, Fajardo intentó hacer eso, al sacar videos ridículos de unas cuentas en un tablero con las propuestas de Petro, como si las de Hernández admitieran siquiera la más mínima lógica.

La existencia de la figura del uribismo y la incapacidad de enfrentarse contra ella, hizo que el centro adquiriera un discurso sin sentido acerca del cambio, lo que creó todo el caldo de cultivo para aquel que estuviera dispuesto a proponer un enemigo. Al no polarizar desde el principio contra Uribe, lo único que podía seguir a continuación era crear al enemigo para que la gente se decidiera por un bando. El uribismo mantuvo la imagen de un centro aparente, pues, ninguno de los tibios y vendidos se enfrentaba realmente con lo que ha representado esa colectividad. Solamente Petro se enfrentó a esa estructura política, pero al hacerlo fue contrarrestado con un discurso que lo señalaba como promotor del odio y la división del país. Es decir, solo moralizaban las verdaderas confrontaciones políticas. Pero era porque tenían todo un plan que se ejecutaría en las últimas semanas de la primera vuelta. Un plan que consiste en crear el enemigo en el lado del Pacto Histórico. No tienen más. 

En política las enseñanzas siempre son muy claras. Cuando no se ponen fronteras y lo único que se ofrece son soluciones de más de lo mismo, o alternativas tibias y endebles, la gente buscará la radicalidad y la eclosión de un mesianismo que se puede ofrecer de cualquier forma. Petro siempre se mostró como el único que ofrecía una vía diferente, los demás intentaron ofrecer cualquier cosa menos claridad en torno a cómo se deben hacer los cambios. Ese discurso malo, ambiguo, sin propuestas de todos esos "políticos" ahora saca su factura y cobra. Rodolfo le está diciendo algo a la gente directa y radicalmente, tal vez sea esa su única virtud política. Petro siempre lo ha hecho. Pero el centro nunca le permitió a Petro establecer la frontera real entre su propuesta y la de todos esos uribistas encubiertos. Ahora ese mismo centro le pone la alfombra roja a Rodolfo. Y en su falta de dignidad deja que este irracional les pase por encima y los pisotee. Han sido los idiotas útiles de todo este proceso.

Agradezcamos a Fajardo, Fico e Ingrid por el ascenso de Rodolfo; es el fenómeno que ellos mismos crearon, con pleno conocimiento. Sin propuestas reales, la gente se iba a ir tras el primero que ofreciera una alternativa contraria a la de Petro. Pero sabiendo que eran propuestas tan vacías y sin sentido, prefirieron la autoinmolación al debate real y directo.

Sé, que hay alguien que se ríe allá atrás, así como el gato que aparece en la luna en Alicia en el país de las maravillas. Todos sabemos de quién es esa risa y cómo esos petardos de Fajardo, Fico e Ingrid ni siquiera se han enterado de que desde el domingo se burlan de ellos. Le siguieron el juego al uribismo. Porque el uribismo simplemente expuso su única concepción política que tienen ahora, es esta que describe muy bien una frase de un filósofo inglés del siglo XIX:

Hay que conocer lo malo, para saber qué es lo peor.

En conclusión, ahora que ya se vio el rol funcional y expurgador del uribismo que cumplió el centro, que comience entonces la política. ¡Dividamos al país hasta la médula! O nosotros o ellos... Ese viejo está con los corruptos y los uribistas. He aquí la frontera política que no dejaban ver los tontos del centro, la misma que estábamos esperando para el ascenso definitivo de las mayorías: ¡Ese es el de Uribe!

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