No hay política
Viendo las vallas se pone a pensar uno en lo que hacemos.

No hay política
Otra vez elecciones. Y otra vez las vallas, los volantes, las firmas, las reuniones, las filas, los carros comprando los votos en los barrios, las entrevistas pagadas por Telecafé, los pobres debates sobre los mismos temas con las mismas respuestas, las columnas en El Diario absolutamente parcializadas por un candidato, el pastor en el garaje diciendo quién es el mejor hombre a los ojos de María Luisa; el hambre por un puesto, las ganas de tener con qué comprar el carrito, los amigos que ponen en el perfil la foto de su candidato, el mismo que se ha tomado la foto con su camisa blanca sonriendo al horizonte. Y mientras tanto ellos están reunidos, dándole vueltas a su vaso de whisky con hielo, cruzados de piernas, moviendo pendularmente sus mocasines cafés, pensando en las estrategias que les harán hacerse con el poder. Panorama conocido por todos. Imagen que no ha cambiado mucho con los años, que habla de la ausente modernización de nuestra sociedad. Todavía se ve muy lejos la posibilidad de una institucionalidad fuerte que permita ejercer la libertad del derecho al voto.
Pero esta queja es muy común. Y no se trata de repetir los estereotipos de los sociólogos, sino de ver en realidad qué es lo que ocurre en esta época de elecciones regionales. ¿Qué ocurre? Que no hay política.
Lo que hacen ahora estas personas
que se dedican a las campañas, en calidad de lo que sea, es simplemente buscar el lucro individual. No importan las ideologías, la historia, las
clases, nada.... Lo que importa es la consolidación del reconocimiento del
candidato y la victoria del candidato. "Si él gana, yo gano, porque me va a dar
un cargo mejor en alguna secretaría". Pero para hacer esto no se necesita tener
alguna postura acerca de la paz, los venezolanos, la economía, la justicia,
etc., lo que se necesita es solo un deseo por sobrevivir, entendiendo "sobrevivir"
no solo como conseguir el alimento y la seguridad, sino también como pago de
las deudas o como tener con qué hacer la fiesta de fin de año con todas las de
la ley. Acá no tienen relevancia oposiciones como derecha o izquierda, o
socialistas vs neoliberales, porque de lo que se trata es de acercarse a aquél
que pueda ganar, es decir, de apoyar al que probablemente proporcionará
garantías para mi propio bienestar. El bienestar común es solo una ilusión de
soñadores, primero lo que hay que hacer es evitar que nos embarguen la casa.
Los votantes por su parte sí defienden la dignidad y dicen:
- No me crea tonto, tengo dignidad. Mi voto no vale 50mil, sino 80. Oiga a este. Si la vez pasada el doctor nos entregó de a 60. ¡Respete!
Pero, ¿qué ha ocurrido? ¿Qué
fuerza extraña condujo a esta situación? Esa fuerza es la de las
determinaciones sociales, la pobreza, la exclusión, que ha impedido a la
mayoría competir meritocráticamente y, por ende, los ha obligado a apegarse a
estas lógicas del clientelismo y la corrupción. Seguro. También las fuerzas del imperialismo, del sistema-mundo. ¿Quién lo duda? Eso
está en escrito en piedra. ¿O no? A todos las circunstancias nos obligan a hacer esas cosas. Desde siempre, para siempre y por siempre. Taine tenía absoluta, total e incuestionable razón. Y Fals Borda y Bourdieu conocen la verdadera naturaleza de las relaciones sociales. Eso sí, cuidado con moralizar porque se pierde la ciencia, cuidado con hablar de pereza, vagancia, facilismo. No importa.
El caso es que en estos momentos
de visibilidad de los políticos lo que no hay es política. La política
se define por la oposición entre dos fuerzas que son conscientes de que la
existencia de la otra fuerza impide la plenitud del desarrollo de todas las
posibilidades. La política es antagonismo: esto es, entre un nosotros y un
ellos. Consiste en la dicotomía que se va haciendo beligerante en la medida en
que se agudiza la oposición. La política es la relación amigo-enemigo, es el
momento de la decisión que se impone sobre otras decisiones, es la exclusión de
un grupo que no puede convivir según las lógicas del grupo que se ha impuesto. Es el modo en que las sociedades se transforman. Por eso, no es política llegar a un acuerdo clientelista sobre alguna ley, como hacen en el Congreso, eso simplemente es interés individual sobrepuesto al colectivo, mora, pura y básica moral... moral, sí, no política.
En nuestra política doméstica no
hay tales oposiciones, pues, todos están de acuerdo en una cosa: hay que
sobrevivir. Las diferencias tienen el carácter de quién se queda con cuál puesto,
pero nunca hay un cuestionamiento de las razones que llevan a que exista
semejante régimen clientelista e irracional. No cuestionan las dinámicas
inestables, y solo beneficiosas para el más poderoso, sino que se acomodan a
ellas con la intención de lograr sus propios fines; aunque al final se sabe lo
que pasa, su lugar puede ser ocupado por cualquiera que ofrezca algo mejor. Y el que vende el voto ni se enteró de que había algo llamado "política", pues, él ve la plenitud de la sociedad en los 50mil que vale su dignidad. Esto no es de oposiciones, solo de homogeneidad en el fin: se trata para todos de obtener alguna ganancia individual. Moral, inmorales, pero pura moral y ya.