Alain Badiou - La verdadera vida. Un mensaje a los jóvenes.

"Antes, si no recuerdo mal, mi vida era un festín en el que se abrían todos los corazones, en que todos los vinos corrían"
Ese "antes" me intrigaba porque había averiguado que el poeta maldito por excelencia al escribir esa palabras apenas tenía veinte años. ¿Cómo es que se consideraba con una vida consumada si apenas estaba empezando a vivir? Ahora, leyendo a Badiou en este manifiesto que ha escrito para los jóvenes, me ha surgido la necesidad de dar una respuesta a esa inquietud adolescente, pero ahora en relación con mi propia vida: ¿será que ya estoy en una edad en la que -como Rimbaud - mi vida pasada se puede ver como un antes lleno de acción (un festín) y la de ahora solo como un momento de una senectud conformada de repeticiones, conformidades y aspiraciones vacías en relación con las que se tenían a los veinte años? Porque Rimbaud dice en otra parte: "No más cánticos: sostener el paso conseguido. Qué noche tan dura". Es decir, que pasó de una vida verdadera a una vida de viejo cansado con la propia vida: "No más cánticos".
¿Se han terminado los cánticos para alguien que parece dejar atrás la juventud? Este pequeño libro de Badiou, escrito hace unos años, me ha permitido encontrar un sentido diferente a esas preguntas. Es un libro en el que el filósofo francés (de 79 años al momento de escribir el libro) intenta comunicarse con los jóvenes del mundo con el objetivo de darles un mensaje que los lleve a vislumbrar cómo alcanzar "la verdadera vida". De Badiou dice Zizek: "Inclinémonos ante el heredero de Platón: Badiou es el filósofo vivo más grande." Y lo que dice Zizek tal vez no sea exagerado, si entendemos por filosofía lo mismo que el maestro de Platón: la búsqueda del conocimiento de sí mismo. "Conócete a tí mismo" se refiere en Badiou a una verdad política que está preformada por la idea del comunismo; pero también a una crítica a las dinámicas irracionales del capitalismo globalizado y de su concomitante modernidad líquida. Es un conocimiento de sí en el que la trilogía amor-ciencia-arte se convierten en los modos de alcanzarlo. Pero Badiou es también uno de los fervientes creyentes en la capacidad transformadora de la filosofía, en el poder de hacer de la vida de cualquiera el lugar de la plenitud racional y espiritual, y es un defensor de la capacidad de la creatividad para proponer alternativas al mundo que ha diseñado la bloqueada racionalidad occidental, que solo ve lucro y acumulación en todo lo que emprende.
El libro es conmovedor desde el comienzo. Badiou es un anciano que se quiere dirigir a los jóvenes, y en su sinceridad sostiene que eso puede ser objeto de una burla, la misma que señalaría que hay que escuchar a un viejo solo para que con su experiencia enseñe cómo es que hay que vivir:
"Comencemos por las realidades: tengo setenta y nueve años. Entonces: ¿por qué diablos me ocupo de escribir sobre la juventud? ...¿Acaso vengo a ofrecer lecciones de sabiduría, como un anciano que conoce los peligros de la vida y le enseña a los jóvenes a desconfiar y quedarse tranquilos, dejando al mundo tal como está?"(p.3)
Pues no. Lo cierto es que el mensaje de Badiou no es que los jóvenes se atengan a lo dado y simplemente se conformen. Su mensaje consiste en un par de indicaciones acerca de lo que condena a los jóvenes a la inautenticidad (concepto problemático lo sé, pero no se me ocurre otro); y por otro lado, propone unos caminos para que lleguen a encontrar una vida verdadera.
Y "una vida verdadera" es algo que -siguiendo a Platón en esto- se debe encontrar por el lado del compromiso que se tenga con la creación de la realidad en la que se vive. En los propios términos de Platón, los jóvenes deben:
"...intentar no entrar en los caminos ya trazados, no consagrarse simplemente a obedecer las costumbres de la ciudad, que puedan inventar algo, proponer otra orientación en lo que concierne a la verdadera vida" (p.10). Aclaro que este Platón es el de Badiou en su reescritura de La república que publicó hace unos cuantos años.
Dice Badiou que en la actualidad a los jóvenes se les ofrecen dos alternativas para alcanzar la -supuesta- verdadera vida de la que habla Platón:
a. La vida
inmediata: tener placeres en todo momento, disfrutar del instante, buscar
emociones en cada cosa que se hace. Lo que lleva a que la vida se constituya en
instantes más o menos buenos. De esta manera se cae en un nihilismo que dice
que lo único que hay por buscar son esos momentos contingentes en los que
ocurre algo bueno y negar entonces los momentos malos que no producen placer. Es la vida de la negación de la racionalidad y del acomodamiento a las ofertas presentes de cada día en el mercado.
b. La vida construida: tener un plan para alcanzar el éxito. Endeudarse con tal de lograr la posición que se pretende. Esto lleva a que los jóvenes tengan que acomodarse al lugar que más les convenga y que se acostumbren a recibir órdenes y a vivir en estructuras jerárquicas que consideran como la única posibilidad de la existencia. Es una vida orientada hacia el futuro en el que las posesiones son lo central. Es esa vida llena de procesos: estudios universitarios, posgrados, viajes, con el objetivo de alcanzar un puesto de reconocimiento social. Así solo se llega al culto conservador de los poderes existentes. Lamentablemente, esta mentalidad viene empacada en el papel regalo de la anhelada libertad negativa, que niega cualquier cuestionamiento en torno a los fines que se proponen desde esta dinámica instrumental.
Para Badiou, este
par de alternativas que se les imponen-ofrecen a los jóvenes son consecuencia
del paso de una sociedad tradicional a una sociedad moderna. En este punto el
filósofo identifica la tradición con una asignación de roles y funciones bien
definidas, que termina perdiéndose con la modernidad, ya que esta última privilegia la libertad
negativa y el individualismo, o mejor, hacer lo que se venga en gana (es lo que dicen). Este cambio trae
consigo un debilitamiento en los modos de estructurar la personalidad que ahora
se encuentran indeterminados, pero que al final terminan por ser determinados
por la lógica del capitalismo. Así, se convierte a los jóvenes en unos
adolescentes infinitos y se los convence de la necesidad urgente de estar
comprando juguetes para entretenerse, bien sea un carro, una casa, un celular,
un tv, algo que los haga sentir poderosos y mejores que los demás. El serivico militar para los hombres y el matrimonio para las mujeres eran indicadores del paso de la juventud a la adultez, pero ahora al desaparecer estos marcadores, los ritos de iniciación quedan a merced de la cantidad del consumo y la opulencia. Otro ejemplo esta indeterminación es el trabajo, pues, antes era una forma de
adquirir la consciencia de la adultez, pero como ahora es tan difícil ser
empleado, este proceso se bloquea y los jóvenes terminan por convertirse en una
clase problemática y errante que solo alimenta los ánimos nacionalistas y xenófobos de los que pretenden
desbloquear la economía de los temibles intentos socialistas.
Esta indeterminación también ha abolido la idea de considerar la vejez como algo positivo relacionado con la sabiduría. El desplazamiento de la vejez como referente de adquisición de un valor positivo, ha terminado por llevar a considerar a la juventud como el reino de lo posible y lo libre, lo que por ende ha conducido a la sacralización de esta etapa de la vida. Todos desean verse jóvenes o parecerlo (deseo del amo). De ahí se sigue eso que vemos en todas partes, que los que ya no son jóvenes intenten por todos los medios intentar aparentarlo: cirugías, photoshop, sugar daddys, deporte, viejos que corren por la mañana y por la noche, señoras de cincuenta años que realizan movimientos acrobáticos propios de muchachas de veinte, todas ellas haciendo ejercicio día y noche, fotos fitness en Instagram que reducen el cuerpo femenino a la identidad con la juventud y lo esbelto. Pero en especial, compra de juguetes en todo momento, que demuestren la juventud ausente. Todo hace parte del juego de alargar la juventud aparente.
Después de este estado de cosas, Badiou, ofrece una descripción del capitalismo para mostrar la necesidad de la transformación de la vida de los jóvenes:
"El capitalismo se halla en plena expansión mundial, y su modo de desarrollo propio siempre ha conllevado crisis y guerras, medios tan salvajes como necesarios para simplificar las formas de la competencia y consolidar la posición de los vencedores, esos que logran, arruinando a todos los demás, concentrar en sus manos la mayor cantidad posible del capital disponible" (p.33).
Esta situación en la que la mitad del planeta tiene 0, en la que solo unos cuantos son los vencedores, y en la que la clase media actúa de forma hipócrita porque de todas maneras desprecia al 50% diciéndoles que se debe defender la libertad y la democracia en su sentido formal, es la que permite a Badiou hacer el llamado a los jóvenes. Vivimos en un mundo que ha despreciado todos los grandes ideales de la razón y de la filosofía, y los jóvenes se están contentando con: a. los juguetes, b. sentir que defienden la libertad de expresión y el voto libre y c. la irracionalidad del nacionalismo o la xenofobia. Para Badiou la solución está en los jóvenes y debe ser radical, debe tener la figura de una reinvención de la propia comunidad que se ha construido. Esa reinvención debe tener, en sus propios términos, una guía comunista. Hay una necesidad de que los jóvenes creen una simbolización de la vida que por primera vez en la historia no sea jerárquica, sino que sea igualitaria, que implique la reciprocidad de la humanidad y el reconocimiento de las diferencias desde la misma oposición a un mundo común en el que todos tienen cabida como consumidores. ¿Y cómo lograr esto?
La receta de Badiou es esta:
Los jóvenes tienen que buscar los signos de lo que pasa en el mundo, pero deben hacerlo basándose en sus propias experiencias. La vida de cada quien está llena de experiencias imprevisibles que son las que invitan a la creación y la transformación. Por ejemplo, sostiene Badiou, el amor: cuando se ama es que uno se da cuenta de que es capaz de hacer cosas de las que antes se creía incapaz, uno descubre una capacidad que creía no tener, se convierte en el demiurgo de un nuevo mundo. El amor como acontecimiento implica que el que ama esté abierto a cambiar su vida, a guiarse por otros referentes de sentido, a comprender que no hay formas predefinidas para lograr una plenitud como seres humanos, y que justamente aquellas que se establecen desde vínculos que reafirman el dolor y el mal en los menos favorecidos, son las que se deben rechazar. Implica también la fidelidad al compromiso de desplegar en el tiempo, junto con el otro, las posibilidades inéditas que ese encuentro les ha brindado. En particular, el amor también significa la experiencia de cambiar la propia vida, y dejar atrás las cadenas de lo falso, abandonar los modos de vida jerárquicos, en aras de mantener esa fidelidad.
"Cuando ocurre algo importante en la vida siempre es como una partida, un arrancamiento orientado hacia lo que constituye para ustedes la verdadera vida" (p.48).
Por otra parte, los jóvenes deben ser capaces de renunciar a lo que han construido cuando aparezca la señal de la verdadera vida. Tienen que estar dispuestos a abandonar la seguridad que han identificado con la ubicación en una posición privilegiada para consumir. La verdadera vida está más allá del comercio y de las jerarquías, se encuentra del lado de lo imprevisible que es hacer algo pensando en lo común, pero un común que significa igualdad y regocijo en la eliminación del sufrimiento inhumano que produce el deseo impetuoso de acumular y acumular.
"No puedo sino desearle a todos que no sea la estabilidad lo que venga primero, la posición, la carrera, sino un pensamiento verdadero que sepa ser hermano del sueño" (p.50).
Por último, sin compromiso político no hay forma de alcanzar ninguna plenitud vital, porque es ahí donde se encuentra el elemento central para la transformación del mundo: cambiar la subjetividad. Solo cuando se entiende que lo que se es es producto de una configuración política en torno a lo que se debe decir, pensar, sentir y ver es que se entiende que el camino del cambio se refiere a una apuesta diferente por ese orden que hemos heredado y que hace que veamos y digamos de determinadas maneras y no de otras. Sin política en la vida de la juventud, la vida verdadera se diluye en un océano de conformismos y facilismos ofrecidos por todos los lados.
"...deben entregar su subjetividad a una labor totalmente novedosa: la invención de una nueva simbolización, opuesta a la ruina de lo simbólico en las aguas glaciales del cálculo capitalista y al fascismo reactivo" (p.43).
De esto se trata este pertinente libro de Badiou.
Ahora bien, para contestar las preguntas del comienzo habría que decir que Rimbaud optó por dedicarse a las actividades coloniales en el África, y que tal vez la estabilidad, el olvido de la creación-amor y la negación de la política se convirtió en su realidad. Yo, por mi parte, después de leer a Badiou, me siento muy orgulloso de esta vida que ya no es tan joven -a la que comienzan a notársela dos o tres canas-, y que se ha instalado ingenuamente cada vez en lo que le ha ofrecido el capitalismo, pero que ahora mismo se entiende a sí misma solo desde la inestabilidad del lugar ocupado y desde la apuesta ferviente, absoluta, eufórica y siempre presente por lo imprevisible, es decir, por el amor y la política.