Joker

Solo hasta ahora me decidí a ver la película. Cuando salió recuerdo cómo toda la gente que estaba cerca fue corriendo a verla. Después, cuando los volvía a ver, les preguntaba que qué tal, y ellos decían, con cierto brillo en sus ojos y una actitud de sorpresa: "buena, es buena, muy buena". Otro día en El Pavo un profesor de teatro decía que iba a utilizar escenas de la película para sus clases, y que realmente la película le había impactado (un amigo asentía todo lo que decía el maestro). En la radio, en la tv, decían que merecía el Óscar, y muchos criticaron cuando no ganó todo en los Golden Globes Awards. Me demoré en verla porque tenía miedo de pensar que la gente que conocía estuviera equivocada, prefería mantener la ilusión y veía y veía los trailers que me emocianaban. Confiaba en que la creatividad de Hollywood había llegado a otros campos, tal vez como esos de los 40's, 50's, 60's, en los que se habían dado grandes joyas como El tercer hombre, Vertigo, las de Wells, etc. Lo cierto es que Joker prefiere quedarse en los setentas y parecerse a Taxi Driver (1976), aunque sin tanta originalidad.
Creo que soy de los pocos que hasta estas alturas todavía no había visto la película, y al parecer eso está en consancia con el propio espíritu de la trama de Joker. Es una película hecha para el gran público de treinta años. Tiene todos los elementos: ambientada en 1981, en New York (la ciudad de los 80's), el protagonista tiene 30 años, sufre un trastorno mental (como casi todos los de treinta de ahora), vive con la madre (como muchos de treinta en el mundo ahora), no es capaz de tener una relación con alguien (como pasa con los treintañeros de ahora) y tiene un trabajo que le gusta pero donde lo tratan como una mierda (como a todos los de treinta que conozco). Leí que es la película más vista en la historia enfocada en este tipo de público. Bueno, ya hay pruebas suficientes para establecer que se hizo especialmente para la gente de treinta años.
¿Y de ahí que se puede inferir? Que la película se hizo para que el espíritu burgués de treinta años la pueda asimilar en su ignorancia y que se haga a la ilusión de que la revolución contra el status quo de Donald Trump o Duque es algo que se logra por medio de un símbolo de la cultura de masas. He visto imágenes del Joker en las protestas de Chile, por ejemplo. Aunque puede ser un significante vacío que contribuya a la constitución de una identidad colectiva, lo cierto es que el Joker, la película, fue hecha para desactivar algún intento de proponer alternativas políticas (sobre esto hablaré con más detalle más abajo). También que vivimos en un mundo con una epidemia de salud mental y que nada se está haciendo para mejorar en eso, pues, la depresión es utilizada como valor de cambio en el cine y Netflix. No cabe duda que el tema de fondo de la película es el de los desequilibrios mentales que sufre la gente hoy en día, en especial, en el mundo desarrollado.
Ahora a hablar de la película. En realidad, creo que la reseña del Universal de México es lo suficientemente buena como para agregar algo. Es certera, concreta y demuestra muchos conocimientos cinematográficos de los que yo carezco. En todo caso, coincido en el juicio crítico sobre Joker que se argumenta muy bien ahí. Sobre lo de la actuación de Joaquín Phoenix no tengo nada que agregar a lo que se expone allí. Acá está el link para que quien la quiera leer. Me referiré a lo que puedo conocer un poco más: narrativa y política.
La película es un melodrama. Eso sin duda. Tiene todo lo que una narración de este tipo exige: relación padre-madre tormentosa, liberación a través de la verdad, búsqueda de la autorrealización que da la felicidad, un héroe oprimido por un sistema impersonal y aclamación del pueblo o los oprimidos. Desde los años de Chretien de Troyes y sus historia del Rey Arturo (Siglo XII), pasando por los libros de caballerías, llegando a Shakespeare y consolidándose en Hollywood y en las telenovelas turcas, ese es el esquema narrativo de siempre. Es la fácil. Por eso Joker es aburrida, siempre se sabe lo que va a ocurrir; además es predecible en cada una de sus escenas que están diseñadas -a la fueza- para demostrar el sufrimiento y la opresión en la que vive el humilde ciudadano Arthur Fleck. Y es todavía más melodramática cuando copia el marco narrativo de The Dark Knight, en el que también se propone una redención del protagonista, pero a cambio de una constatación de la bondad de la humanidad estadounidense, aunque en Joker el asunto es que esta humanidad es la responsable de la existencia de este tipo de personas. Y es incómoda cuando nos están obligando a identificarnos con un tipo que sufre interna y externamente, psicológica y físicamente, histórica y políticamente (es de clase baja). Principalmente incomoda que la esquizofrenia sea la única manera posibles de explicar el mal radical del antihéroe. Pero hay que reconocer que desde el comienzo se intenta ubicar el problema de la existencia de Arthur Fleck en un marco socio-político, pero al final simplemente se moraliza para hacerlo ver como una decisión individual producto del anhelo de la espectacularización.
Utilizar el tema de la enfermedad mental es algo taquillero, que busca la identificación de los millones de treintañeros del mundo que sienten que llevan una vida fracasada. Una película como Deux Jours Une Nuit (2015), trata el mismo problema, pero de una manera en la que la depresión y la ansiedad no son causas explicativas (y morales) del caos, sino puntos de partida para transformar una sociedad políticamente. En Joker la enfermedad mental tiene la función típica de servir de justificación para la respuesta al mal radical y para relacionar la sublevación social con la sin razón y la locura. Como en Psicosis (1960), todo ocurre por los estados alterados de consciencia de un tipo atormentado, aunque a diferencia de esa gran película, la explicación no es psicoanalítica, sino moral, como se ve en el final. Porque claro, como en Dark Knight y en Dark Knight Rises, acá el que se subleva es porque está corrido de la teja, porque es un anormal que da miedo y crea el desorden en medio del orden capitalista.
La película tiene momentos simpáticos que se recuerdan. Tal vez el baile en las escaleras que representa el momento de liberación de las ataduras psicológicas del héroe, sea el que más, porque captura el anhelo de tantos treintañeros de nuestra época: ser espontáneos por un momento en su vida. La música no está mal. El guíon está lleno de clichés, pero hay lugares en los que logra destacarse alguna originalidad, como en la escena del climax en la que el Joker es invitado al programa de Murray (ahí se luce Phoenix).
La película es mala porque obligados a seguir en tercera persona la vida de un tipo que casi hace parte del lumpen, no termina por crear empatía en el espectador. Eso se deba, quizás, a los extremos en los que cae el papel de Phoenix, o solo ríe, o solo llora, pero no logra articular una coherencia discursiva de ningún tipo. La psicología del personaje es pobre pese a que todo gire en torno a los trastornos que padece. Es pobre porque las motivaciones de Arthur son individuales, solo espera ser visto y representado, nada más le importa. La protesta que provoca solo le llega de casualidad, y se siente contento por ella por la única razón de que así se siente importante y no un don nadie.
Volviendo al momento del desenlace de la trama, en ese momento del clímax, justo cuando Joker va a hacer algo espectacular (lo único que lo motiva en su vida, por cierto), aparece un discurso forzado que busca justificar moralmente todos los asesinatos y disturbios. Arthur dice ahí que la sociedad introduce en esquemas a todas las personas, que lo subjetivo siempre tiene que guardar una obediencia a lo objetivo, y que esa es la razón de su locura. Discurso innecesario porque resultaba evidente que New York (Gotham City) era un lugar despreciable, lleno de individualismo, cosificación y violencia, y que eso, junto a unos políticos corruptos y mezquinos, es lo que provoca la enfermedad mental. Al decir eso, lo que reafirma es que su inconformidad es individual y no política, que su único deseo es ser admirado por comediante y punto. Quizás por eso en un momento le preguntan por las protestas y contesta que le son indiferentes, dice incluso que es "apolítico". En ese punto el director tuvo miedo de que vieran la película como una crítica al estado de cosas actuales en el mundo.
Foucault enseñó que la locura dependía inexorablemente de los discursos que la nombran y la constituyen en el juego del saber y el poder. La locura en nuestra época sigue asociada a la disrupción de lo convencional y predecible. Vemos a Maduro, Kim Jun Un, a Putin, a Cristina, a los amigos del Ayatola como líderes irracionales que no atienden los mandatos del FMI o de Estados Unidos. Los vemos como gente loca, así no los han pintado los medios norteamericanos (y los de acá que todo lo repiten como loros) desde hace mucho tiempo; así nos han descripto a los líderes que proponen otros mundos. Se trata de una postura conservadora hasta la médula. Pero es nuestra realidad presente: las alternativas son vistas como irracionales y faltas de sentido frente a un capitalismo que es inexorable e inerradicable. Por eso es que pienso que al hacer de las protestas el producto de una víctima del sistema que termina por enloquecer, pero que después viola la ley y es seguido por las masas irracionales que lo convierten en victimario, el Joker es la película más reaccionaria que más personas hayan visto en la historia de la humanidad.