El sentido de un final. Julian Barnes. 

05.02.2020


Julian Barnes (Leicester, 1947) es un escritor reconocido en la actualidad y ganador del Man Booker Prize, precisamente por el libro del que voy a hablar acá, El sentido de un final (2011). 

Escrito en primera persona, narra la vida de un hombre y de las relaciones con amigos y mujeres a lo largo de sesenta años más o menos. Las relaciones que ofrece el narrador son principalmente con sus amigos (y una novia peculiar) cuando estaba en el colegio y con algunas mujeres de las que se enamoró cuando ya se hizo adulto y viejo. El libro es corto. Eso demuestra un uso de la temporalidad preciso. Hay saltos de treinta o cuarenta años. No se narra cada cosa, como en Knausgard, por ejemplo. Pero no por eso deja de ser realista: hay momentos en el baño, masturbaciones, descripciones de una señora que cocina con mucha gracia y mucho de lo cotidiano. Una descripción es la del comienzo del libro cuando se refiere a ese momento en el que uno mete un sartén caliente en el agua que sale de la llave del lavaplatos y produce un sonido particular.

No cabe duda de que el tema principal del libro es la historia y la memoria. Desde las primera líneas esto queda claro cuando dice: "recordamos lo que creemos haber vivido". En todo el libro se encuentran recurrentes discusiones filosóficas en torno al valor de la historia, de su verdad y de lo importante que resulta para cualquier vida. La memoria como un valor para la vida o como una imposibilidad de la vida, como diría Nietzsche en las Intempestivas. Los mismos personajes aparecen a lo largo de cincuenta años, de ahí que la historia tenga esta fijación en el tiempo de Cronos/Aion, justamente, porque es el trasfondo de esta discusión acerca de la memoria.

Hay un poco también de eso que se ha vuelto tan corriente en nuestros días: la queja y la denuncia de un personaje que cree que ha perdido el tiempo en su vida por no hacer algo valioso. A eso le agrega un poco el asunto de la incompatibilidad entre seres humanos que se aman. Tema cliché y ese. Pero Barnes tal vez lo usa como un anzuelo para atrapar a un público mayor que busca este tipo de consolaciones autoestimulantes enfermizas. El caso es que no se queda solo en eso.

Sin entrar a contar la historia, se puede decir que se trata de un libro con un aire policiaco, que posee un misterio que solo llega a resolverse en la última línea. La historia gira alrededor de las razones que llevaron a un amigo de la juventud a suicidarse, las mismas que solo se clarifican por el final. Después de contar lo que era la vida en un colegio de burgueses, el narrador pasa  a hablar de su actualidad como escritor y de sus fracasos amorosos, situación esta última que aprovecha para cuestionar el machismo y los lugares comunes en torno a las relaciones de pareja. Aunque de nuevo, va a hablar de eso tan corriente hoy en día en la literatura: que es un mediocre y que ha dejado que los demás decidan por él.

Personalmente, lo que más he disfrutado de la lectura de El sentido de un final ha sido el sentido del humor y la ironía constante que se encuentra en cada párrafo. Barnes es un inglés que sabe mostrar las contradicciones y los autoengaños de la sociedad moderna de un pais desarrollado, y lo hace riéndose de sí mismo y de la gente más cercana. Eso también aplica para los que creen fanáticamente en determinados ideales políticos, pero que al tiempo llevan una vida contraria a esos ideales. ¿Cómo entender el suicidio de alguien cercano más que como un acto de egoísmo puro? También se puede pensar que la indolencia y la falta de responsabilidad que tenemos personas como nosotros, que frente al dolor del otro simplemente callamos o reímos, porque en nuestra burbuja simulada nunca hemos vivido la vida de un otro vulnerable e incapaz de resolver lo que le atormenta, sea lo que causa el sufrimiento profundo de tantas y tantas personas en nuestro mundo de depresiones y ansiedades. Tal vez decirnos egoístas o pensar que estamos ocupados es nuestra manera de victimizarnos para no sentimos responsables de nada. Permitir que el otro siempre sea el culpable, buscar maneras de adjudicarle a esa otra persona las causas de su sufrimiento, es en eso en lo que nos preparamos día a día, pero no en sentir desde la simple condición de humanidad que un gesto diferente es lo que modifica cualquier instancia aparentemente determinada por la cultura o la economía. Eso fue lo que aprendí de esta lectura. Completamente recomendado.

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