Druk

Druk (2020)
What a life,
What a Ride,
Fuck what they are saying
What a life
La nominada a mejor película extranjera en los Oscar (1). Es esa, sí... Druk (2020). Another Round en inglés. La película de Thomas Vinterberg y Mads Mikkelsen, la de los profesores que se emborrachan después de que intentan hacer un experimento a partir de una pseudoteoría. Es impactante, inolvidable, llena de contenido, infinita en sentido y delineada por una comedia objetiva, que da justo en la médula de la enfermedad mental que condiciona la mayoría de las existencias del presente occidental. Es especialmente una película sobre la emancipación posible en un mundo en el que el capitalismo ha terminado por absorberlo todo. Es una obra de arte que conecta la inmediatez y particularidad de la vida prosaica y desgraciada de la clase media de un país desarrollado con la globalidad de los problemas que trae consigo llevar una vida con un sentido dictado por las dinámicas del consumo y la acumulación. En otras palabras, se trata de una obra que pone el dedo en el problema de aspirar a ascender socialmente a través del matrimonio, los hijos y el trabajo, pero olvidando las exigencias propias del deseo individual e intransferible.
Es una historia sobre gente que vive en Dinamarca. Entonces: ¿tiene algo que decirnos a nosotros que vivimos en la provincia del tercer mundo, en la provincia de la provincia? Partamos de que un modo de vida no es eurocéntrico por el hecho de expresarse en contextos del centro, sino porque su adquisición depende de instituciones que se han creado solo después de un proceso de racionalización y modernización que en algunos casos está y en otros no. Afirmar al liberalismo como un camino para la conquista de la libertad y el bienestar general es eurocéntrico, puesto que en la periferia el mismo liberalismo ha sido la causa de la injusticia generalizada. Acá está la parte interesante de la película, pues, nos encontramos con dos universales que están arraigados en este lugar y en ese también: el alcoholismo y la enfermedad mental. Se comparte la universalidad de un estilo de vida dependiente de los agenciamientos provocados por el alcohol y la enfermedad mental. Esto quiere decir que son la condición de posibilidad de gran parte de las interacciones que se pueden dar en este presente, en este mundo y entre estas personas, entre tú y yo y ella.
¿Cómo se relaciona una cosa con la otra: el alcohol con la enfermedad mental? Creo que de eso se trata la película; pero no precisamente para tomar el efecto por la causa, es decir, para decirnos que la enfermedad mental lleva al consumo de alcohol, sino al contrario: se transforma el sentido mismo de la relación causal y se convierte en una relación dialéctica (entonces no es "al contrario"): el alcohol es la liberación de la enfermedad mental, pero la necesidad de liberación es también la misma enfermedad mental. Entonces, será necesario hablar un poco de psicoanálisis freudiano al final para aclarar esto.
La película inicia con una escena en la que unos adolescentes llevan a cabo una práctica "lúdica" en la que corren y beben alrededor de un lago. Vomitan, se caen, se sonrojan, se idiotizan. Parece un poco moralista acá Vinterberg, como queriendo estetizar la borrachera, otorgándole un valor de desproporción para que sea reprochado moralmente (un poco, así como hizo el mala-persona de Mel Gibson en La pasión de Cristo (2004)). Pero posteriormente, entrecruza escenas en las que se comienza a entender la ingenuidad y puerilidad en la que se encuentra aquél que es atrapado por el mundo de Dionisos. La ley se suspende y el mundo del trabajo entra en un plano en el que se denota lo circular, escenográfico y sin sentido que tiene el individualismo y la acumulación. Las caras de los jóvenes se sonrojan y en varias ocasiones durante el transcurso de la película aparece la imagen del borracho que hay que llevar en los hombros. El alcohol así, sale de ese lugar moralista en el que cierta tradición cristiano-filosófica (y cuando se trata de ser conservadores, por supuesto, no falta Borges) lo había ubicado y se puede apreciar entonces en su carácter de vínculo social y de línea argumentativa importante de la epopeya propia de la modernidad. El alcohol se conecta con el arte a través de los gestos que provoca, el modo en que permite expresar los discursos, pero en especial por medio de las imágenes que sugiere.
Me parece así que Vinterberg ha pintado un cuadro. De modo que resulta interesante un pequeño recorrido por la historia del arte y traer a la memoria aquellas obras en las que el consumo de alcohol ha estado en el centro, como contenido y forma de la obra de arte. Voy a tomar tres escenas de la historia del arte que servirán para introducir los momentos más importantes de la película y para entender las razones que llevan al desenlace propuesto en la historia.

En primer lugar, una pintura de Goya: El abañil ebrio (1786-1787). A los príncipes les encantaba burlarse de las clases populares y Goya quiso hacer de la vida del proletariado algo más que el instante para el regocijo bulímico de la monarquía. Se ha dicho que había que interpretarlo -por razones de pudor- como que el albañil estaba herido y sus compañeros lo llevaban a cuestas por tal razón. Pero es justo ese momento en el que Goya comienza a sentirse atraído por la vida del pueblo, por sentir que es en las moléculas de la vida prosaica y carente de belleza de las clases populares en las que se encuentra el encanto de "ese algo más" de la vida que inquieta a cualquier auténtico artista. Quería Goya acá tomar la oportunidad para demostrar en qué bando era en el que él realmente se ubicaba.
Las caras de los compañeros son las mismas caras que Vinterberg expone en momentos precisos y determinantes en la historia que cuenta en la película. Mads Mikkelesen, es decir, el personaje que tiene en la película, al comienzo aparece adusto, sin expresión, sin una identidad propia, pero solo cuando comienza a beber es que le llega la sonrisa. Le llega ese rostro que Goya quiso pintar en los albañiles para decir que la aparición de la fraternidad desinhibida por el alcohol es el instante mismo del goce del pueblo. Llevar al otro a los hombros, cargarlo, recoger al propio papá del suelo -como ocurre en una escena maravillosa de la película-, esperar al amigo mientras vomita en el baño, se trata de rupturas en la asignación de roles y funciones posibilitadas por el alcohol, que son a su vez la manifestación inocente de un vínculo entre iguales no mediado por lo empírico, sino solo por lo universal de la racionalidad que contiene igualdad, y especialmente, libertad.
Goya se encargó de hacer ver en ese fondo gris de la vida del trabajo, en eso que se tiene que hacer para otros, para los dueños del capital, una obra inconclusa que depende de la mano de obra desnuda del proletariado; pero que se deja atrás en el instante en el que el alcohol rompe con los límites de las normas del comportamiento adecuado y los pensamientos sensatos. Vinterberg, de manera magistral, conecta con esta idea, y hace ver el día a día de unos profesores como la consumación de la homogeneidad y predecidibilidad en las que el capitalismo pretende ubicar cada existencia. De eso va la primera parte de la película.

La siguiente
pintura es de Velásquez: El triunfo de
Baco (1629). En el barroco existía la idea de que el alcohol permitía
vislumbrar verdades que en la sobriedad no resultaban accesibles. Velásquez
sabía esto; pero también que Baco, quien está ahí en el centro izquierda de la
pintura, era la representación de la poesía, de la salida de la cotidianidad
aburrida y lenta. Por eso lo muestra coronando al poeta, aquel que ha sido
tocado por la gracia para vislumbrar lo que se encuentra en el otro lado de la
racionalidad galileana y cartesiana.
Pero de nuevo, como en Goya, es el pueblo el protagonista, es el grupo de personas que encuentran esa relación profunda con el alcohol; el alcohol es lo más propio del pueblo que busca ahí un refugio y una salida a ese fondo gris de la vida de la ciudad y los burgos. Toman vino, así como el sátiro de la izquierda que goza en la admiración de los rostros colorados, celebran la posibilidad de una terrenalidad divina. Hay otro hombre que llega y pretende unirse (parte superior derecha), porque la alegría, la celebración es para todos y para ninguno, para ninguno que no esté dispuesto a despojarse de su lugar de asignación y para todo aquel que esté dispuesto a vivir la igualdad provocada por el efecto del etanol en la sangre. Y son los rostros de nuevo, los rostros de los pobres, los que señalan el estado de la embriaguez. Están invitando al que observa, miran al que contempla, diciéndole que se trata de una fiesta para todos. Están cerca uno del otro, porque eso es justamente lo que permite el alcohol: despojarse de las propias cadenas de la racionalidad individualista para entrar en la animalidad del instante de satisfacción que proporciona la experiencia de la igualdad.
Vinterberg muestra cómo el alcohol le devuelve un sentido a la vida de estos profesores, marionetas de una rutina predecible y diseñada por el consumo y la simple reproducción de lo que la comunidad espera de ellos. Cuando comienzan con el experimento de describir los efectos del alcohol en el estado anímico y el rendimiento descubren, así como Velásquez, que se trata de una ruptura profunda con los tiempos y espacios vividos hasta ese momento. Hay momentos sublimes de representación de la borrachera, como cuando se desata la comedia objetiva que señala la contingencia de querer un "bacalao fresco", o aquel momento en que se relativiza la necesidad de pagar con dinero para emborracharse (¿por qué no robar o cambiar el trago por una canción y un baile?). El baile estúpido, la desnudez, el rostro rojo de nuevo, y los ojos que pierden su objeto de referencia, los convierte Vinterberg en muestras de la desconexión de una vida encadenada a la reproducción del consumo. En esto sigue a Velásquez que prefirió al poeta como el creador de una nueva vida en la que Baco indica el camino para toda comunidad desconectada de la creatividad y que sobrevive ignorante de ese más allá que es el inconsciente y lo pulsional. El alcohol es una espada que corta el lazo que ata cada individualidad a la representación de un deber ser y querer propios de una racionalidad unidimensional.

Para la
última pintura, hay que recordar este pasaje de la Biblia: Génesis 9:18-24:
18 Y los hijos de Noé que salieron del arca fueron Sem, Cam y Jafet; y Cam es el padre de Canaán.
19 Estos tres son los hijos de Noé, y de ellos fue llena toda la tierra.
20 Después comenzó Noé a labrar la tierra, y plantó una viña;
21 y bebió del vino, y se embriagó, y estaba descubierto en medio de su tienda.
22 Y Cam, padre de Canaán, vio la desnudez de su padre, y lo dijo a sus dos hermanos que estaban afuera.
23 Entonces Sem y Jafet tomaron la ropa, y la pusieron sobre sus propios hombros, y andando hacia atrás, cubrieron la desnudez de su padre, teniendo vueltos sus rostros, y así no vieron la desnudez de su padre.
24 Y despertó Noé de su embriaguez, y supo lo que le había hecho su hijo más joven.
Este pasaje de la Biblia ha dado para que se pinte muchas veces. Miguel Ángel lo hizo primero, pero poco después está este cuadro de Giovanni Bellini, Embriaguez de Noé (1515).
De nuevo la sonrisa. En este caso de Cam, el impúdico hijo que será objeto de la maldición de Noé. Los otros dos hijos se encuentran avergonzados por el estado de vulnerabilidad en el que se encuentra su padre. Cam ríe sin embargo.
¿Qué le hizo Cam a Noé? Simplemente se burló del estado de indefensión y vulnerabilidad en el que encontró a su padre. El alcohol hace esto sin duda: disuelve los mecanismos de defensa de la sobriedad para exponer la desnudez simple y cruda de cualquier ser humano. El alcohol muestra la vulnerabilidad en la que realmente se encuentra cada quien. Pero cuidado: hay que esconder esta vulnerabilidad, pues de lo contrario la función social que se debe cumplir queda en entredicho y relativizada al orden del quizás, es decir, se puede fracasar. El alcohol como sinónimo del fracaso y de desesperación frente a la vida. Y eso fue, probablemente, lo que no le pareció a Noé de su hijo, que se burlara de su condición excepcional de vulnerabilidad, que imaginara la posibilidad del fracaso en torno a la tarea que Yahvé le había impuesto a su padre.
En Druk se termina con una frase de Kierkegaard, que es dicha, justamente, por un estudiante que es incapaz de reconocer el carácter contingente de las obligaciones que una sociedad le impone a la vida bajo la forma de ser admitido en la mejor universidad del país. Esta sociedad danesa, que no tiene nada de diferente a todas las demás que han asumido el neoliberalismo como su patrón de vida, exige rendimiento, exige el éxito de todos, promueve la competencia y solo estima como admirable al que llega de primero. Es por eso que en la película la cuestión de la depresión y la ansiedad está en el centro de todo: la presión de ser alguien que no se puede ser, la obligación de responder a una forma de vida que no se quiere. Pero cuidado de nuevo: esto no es Byung Chul-Han autoculpabilizando al sujeto, esto es Kierkegaard, reconociendo en el espíritu de una época la ausencia de liberación personal:
"El concepto de ansiedad de Kierkegaard ilustra cómo un ser humano afronta la noción de fallar y el haber fallado. Debes aceptarte a ti mismo como falible, para amar a los demás y la vida" (Druk, 2020).
Es lo que dice el estudiante al final de la película. ¿No es lo mismo que lleva a Noé a dar la maldición a Canaan? ¿No es la incapacidad de reconocer la fabilidad, la vulneralidad, el defecto, el error y el fracaso lo que condena a una sociedad a asumir que tiene que existir otra realidad en la que uno se escapa de un libreto dictado por los poderosos? Es esta la explicación que quiere dar Vinterberg sobre la adicción al alcohol de toda una época, de todo un mundo, de toda la cultura neoliberal.
Pero, no se trata de ser moralistas, lo repito, puesto que toda moral reduce la experiencia a un marco predefinido de valores y jerarquías, es decir, nada se puede interpretar de esa manera sin ser instrumentalizado al mismo tiempo. Entonces, la tesis de interpretación es esta: el alcohol es un modo de liberación.
¿Es esto un fomento la irresponsabilidad que no piensa en el daño que puede producir la misma práctica? Como lo deja muy en claro la película, lo primero es una identificación del goce propio que lleva a la afirmación del presente, no de una fórmula estoica de vida. Es por eso que no todos los personajes de la película asumen esta interpretación en torno al alcohol. Solo pasa con el personaje de Martin, quien está dispuesto a asumir transformaciones inéditas en su vida. Para los demás se trata de conservar o de finalizar. Como Tommy, el que se fue en un barco y junto a su perro se sumerge para siempre en el infinito del mar que nada finaliza, pero todo lo consume; o como Nikolaj, que prefiere conservar lo que tiene a pesar de que los orines le habían señalado su profunda inconformidad. Es por esto que en el fondo la película propone lo siguiente: si -como siempre se ha sabido en Occidente- la felicidad consiste única y exclusivamente en estar involucrado y afirmar lo que ocurre en el presente, y si esa realidad es el alcohol, entonces... Es la hipótesis que plantea la película, sin duda.
Pero pienso también que la película es una apuesta por la liberación del fantasma y el trauma. Tenemos entonces el último cuadro por este recorrido que he propuesto. Esta es la última pintura de la serie que viene desde Bellini:

Thomas Vinterberg Druk (2020). Es la escena final de la película, el momento de aceptación de un sí mismo que no había logrado una estructuración definitiva en medio de la clásica imagen de una familia burguesa, de esposos que no se aman e hijos que no interesan, o de un profesor, que pensando en agradar a los demás y no perder su posición, terminó convirtiéndose en un aburrido. ¿Qué quiere decir este cuadro? Se trata de una propuesta de liberación, es decir, un camino terapéutico para tener una voluntad libre. Pero es algo que ya habían intuido Velásquez, Goya y Bellini.
El problema con las adicciones es que impiden que tengamos una voluntad libre, no nos permiten dominar nuestro propio yo frente a determinadas circunstancias. Irse en el alcohol, llegar a ese punto de no retorno es la manifestación de la anulación de la humanidad, es el momento de expresión absoluta de la condena a una heteronomía, es decir, a lo determinado y no libre. Pero, justamente, es lo mismo que los roles asignados a cada uno provocan en el espíritu en la relación consigo mismo y con los otros. Lo que provoca una adicción tiene exactamente la misma forma que los modos de vida "exitosos" que se imponen en la actualidad. ¿No es lo mismo lo que hace un Coach que lo que hace el jíbaro de la olla? Es por esta razón por la que el individuo contemporáneo solo se entiende desde el modo de vida de las adicciones: no hay un más allá de la razón adictiva para el neoliberalismo. Es así que se termina por desplazar la razón que ha conquistado la igualdad y la libertad, a cambio de un predomino del individualismo, el racismo, el elitismo y el lujo. Es la misma forma de irracionalidad, que tanto le asombraba a Spinoza cuando se preguntaba: "¿por qué luchamos para ser esclavos?"
En Druk la cuestión es esa, es decir, que el mismo modo en que una adicción puede destruir una vida, es a su vez la manera en la que el capitalismo termina por destruir la vida de todos. Freud había pensado algo al respecto. Esos pensamientos inquietantes, esas perturbaciones que nos aquejan y no nos dejan en paz, aquello que puede desembocar en una depresión o en la ansiedad, son el producto de una serie de temores del pasado referentes a la pérdida del amor de la madre. Posteriormente, en la vida adulta, la negación protege al individuo para que lo traumático no se reviva y lo lleve a experimentar profundos dolores intrapsíquicos; sin embargo, los pensamientos extraños y las malas sensaciones permanecen. El supuesto de Freud, tal vez su voto de confianza en la humanidad, consistió en pensar que los seres humanos buscarían la manera de solucionar ese problema por medio de un análisis de la historia vital de cada uno, que llevaría a enfocar el momento prístino causante de la desazón. Cuando esto ocurriera el ser humano tendría dos alternativas: a. recuperar su libertad, es decir, liberarse de los pensamientos dolorosos e incontrolables, a través de una dominación racional de los síntomas y las repeticiones (como cuando alguien deja una adicción y sabe que tiene que controlarse y el control lo tiene en sus manos, aprende a decir "no", "no más", "nunca más"); b. integrar el problema que tiene, esos pensamientos dolorosos, el sufrimiento del recuerdo, a lo que es ahora, e interpreta su vida en función de la disfuncionalidad en la que vive (se afirma el defecto que es, se goza el síntoma y se vive el presente sin importar si se acomoda o no a los patrones impuestos como los adecuados).
El cuadro de la escena final de Vinterberg que, además, está precedido por el magistral baile de Mikkelsen, toma partido por la opción "b": el alcohol es un modo de liberación siempre que se integra a una experiencia particular de vida. El alcohol libera cuando se asume que existe una relación íntima entre lo que produce, lo que se hace por tenerlo, lo que pasa después, lo que ocurre durante y -sin duda alguna- la propia historia personal. Aceptarse en la vulnerabilidad de ser incapaz de dejar de tomar, afirmar el hecho de desligarse de una vida sosegada y predecible con una mujer que obliga a la reproducción de estilos homogéneos, es el camino de la liberación que propone Druk. Pero eso siempre es un descubrimiento individual.
En últimas, de lo que se trata es de celebrar la vida, pero haciéndolo de una manera bien específica. La vida, como lo pensó Nietzsche, no puede ser definida, puesto que es aquello que se ubica más allá de las posibilidades de organización, asignación, esquematización, racionalización, que posee la historia de Occidente. Por tal razón, no existe un modelo exclusivo para que ella se despliegue en el mundo o en alguna existencia. La vida es el reino de la diferencia total, por eso una vida sumida en el alcohol es simplemente eso... una vida, una inmanencia, un vivir en el presente, una relación especial con la torpeza mental y retórica producida por el vodka, que en últimas solo busca expresarse de alguna manera, desprendiéndose del molde predefinido en el que el capitalismo obliga a ubicar cada singularidad. No hay razones que obliguen a nadie a seguir un camino determinado, pues, se trata del descubrimiento de aquello reprimido y propio, que se debe integrar a la vida individual en el presente. Celebrar la vida es apreciar la singularidad que cada uno es.
El alcohol y la vida van de la mano en Druk, porque al tomar licor lo que se busca es equilibrar un déficit natural de vida con el que nacemos en la época del capital. Si no se encuentra nada más, el alcohol tiene esa otra cara de ser también un modo de conocerse a sí mismo, un alto en el camino, una pausa reflexiva, una aceptación del fracaso y la vulnerabilidad, que permite saber de qué se trata realmente la particularidad absoluta que uno es. Si no es para todos, por lo menos se puede pensar que emborracharse siempre es un "conócete a ti mismo" generalizado.
(1) Comencé a escribir el texto antes de saber que iba a ser la ganadora de ese premio. No había que corregir nada después de ese acontecimiento, así que dejé igual la idea general del texto.